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Casa donde nadie se casa fue restaurada en esquina de Escazú

• En 160 años, este inmueble ha albergado a seis generaciones
• Actual propietaria vive sola y heredó la vivienda de su abuela y de su madre
• Patrimonio invirtió ¢31 millones para rescatar el estilo de vida de antaño

FUENTE: La Nación. Aldea Global, p. 22-23 A
FECHA: Domingo 4 de diciembre de 2011
DIRECCIÓN: http://www.nacion.com/2011-12-04/AldeaGlobal/casa-donde-nadie-se-casa-fue-restaurada-en-esquina-de-escazu.aspx
AUTOR: Andrea Solano B. | This e-mail address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it

Esta es la casa donde nadie se casa. Paredes de adobe, pisos de barro o madera, y un techo alguna vez de tejas, atesoran las vivencias de seis generaciones que la han habitado desde su construcción hace unos 160 años.

Como nadie se casaba, los herederos son contados. Por eso, en la casa López Montoya, ubicada en el centro de Escazú, hoy vive únicamente su actual propietaria: María de los Ángeles López López, quien, a sus 78 años, asegura que de allí nadie la mueve hasta “pasar a mejor vida”.

Esta casa centenaria –en la que también vivió su abuela Trinidad y su madre, Melitina– es un inmueble declarado patrimonio histórico arquitectónico que acaba de ser remozado para frenar el deterioro causado por los años, la humedad y los sismos.

El Centro de Conservación del Patrimonio del Ministerio de Cultura invirtió ¢31 millones en obras de reforzamiento estructural, cambio de cubiertas (techos), instalación de un nuevo sistema eléctrico y pintura.

Añoranzas. Cuando doña Marielos abre las puertas de su vivienda, el visitante siente que se sube a una máquina del tiempo para disfrutar de la tranquilidad de Escazú rural: rodeado de cafetales y atravesado por caminos de tierra con carretas que arrullaban con su persistente “canto”.

“La casa López Montoya es uno de los pocos ejemplos de casa de adobe urbana que sobreviven en Escazú. Conserva una gran parte de sus características arquitectónicas originales así como muebles y utensilios de distintas épocas”, explicó el arquitecto del Centro de Patrimonio, Miguel Herrera, director del proyecto.

En cada uno de sus 10 amplios aposentos se puede respirar el aire del pasado: a café chorreado y a pan casero recién salido de un horno de barro que todavía está en pie.

Según explicó Herrera, los daños estructurales que presentaba la casa se concentraban en las denominadas vigas “corona”; es decir, las que se colocan en la parte superior de un edificio para mantener todo el equilibrio de la estructura.

“Las vigas de madera estaban podridas debido a humedad acumulada durante años. Además, fue necesario reemplazar muchas de las piezas de madera de la cubierta del techo que estaban destruidas y y por eso se filtraba el agua. Se colocó un techo de zinc”, dijo.

La casa tenía un sistema eléctrico muy antiguo y representaba un alto riesgo de incendio. “Se instaló un tablero por primera vez; el cableado es externo, pero entubado”, detalló el ingeniero Jorge Conejo.

¿Qué se iba a imaginar doña Trinidad López –abuela de Marielos– que en el siglo XXI se necesitaría un sistema tan moderno para realizar las tareas domésticas?

A ella le bastaban un horno de barro y un cocina de leña para preparar los exquisitos manjares que saborearon nada más y nada menos que expresidentes como León Cortés y Otilio Ulate.

“En esa época, Escazú no tenía restaurantes ni hoteles tan bonitos y lujosos como los que hay ahora. Mi abuelita organizaba los turnos entonces; por esto le encargaban todas las comilonas del pueblo. Ella llenaba la mesa grande, que está en la cocina, con picadillos, pan dulce, chicha y otras cositas”, narró orgullosa doña Marielos.

La casa está viejita, pero conservada, y ahora se ve espléndida: acicalada, limpia y recién pintada. Hasta hace juego con su dueña, que vestía un traje floreado en tonos pastel, chaleco tejido por ella misma y zapatos de color crema.

Sus canas bien peinadas armonizan con un par de ojos celestes y una pícara sonrisa que desaparece cuando la fotógrafa Mayela López le apunta con su cámara. “Es que no soy nada fotogénica ”, arguye.

A la casa también le han salido muchos “novios”. “No la vendo. Aquí he tenido una vida muy feliz, una gran paz. Aquí vivieron mi abuelita, mi mamá, mis tíos y tías pero nadie se casó: todo el mundo soltero. Quiero dejársela ahora a mi único hijo y a mi nieto”, dice.

El miércoles 7, el Ministerio de Cultura y la Municipalidad de Escazú ofrecerán actividades para presentar la casa remozada. A partir de las 5 p. m. habrá un pasacalles desde el parque Central, música con la Filarmónica Municipal y juego de pólvora.

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