La casona de las monedas de oro |
• Inmueble declarado como patrimonio histórico y arquitectónico en Guanacaste FUENTE: La Nación. Aldea Global, p. 19 A La Cruz, Guanacaste. Cuenta una leyenda local que hace más de 100 años vivió en La Cruz un poderoso hacendado de origen español que se dedicaba a subastar vacas y aceptaba solamente monedas de oro como medio de pago. Se llamaba Salomé Belmonte y guardaba sus monedas en cofres de madera de guachipelín. El señor era muy reservado y casi nunca salía de la casona de la hacienda Las Ánimas, donde vivía austeramente a pesar de sus riquezas. Luego de su muerte surgió el misterio de dónde podría estar el tesoro de don Salomé... quizá escondido en algún rincón de la vieja casona de madera. El botín nunca apareció, pero el verdadero tesoro de la casona de la hacienda Las Ánimas se halla en su arquitectura y en su historia. Así lo reconoció el Ministerio de Cultura al declarar este inmueble como patrimonio histórico arquitectónico de Costa Rica, según lo establece el decreto Nº36990-C, publicado en La Gaceta del 27 de marzo del 2012. La declaratoria reconoce el valor de la casona como testimonio arquitectónico del modelo de explotación económica en Guanacaste, sustentado en extensas haciendas ganaderas. Un estudio realizado por el historiador Carlos Fallas y la arquitecta Verónica Solórzano, ambos del Centro de Patrimonio, detalla cuáles son las características de las casonas de las haciendas: “una estructura básica de madera sin pintar, techo de teja de barro o, más tarde, de láminas de hierro galvanizado, y habitaciones montadas sobre horcones altos o construidas sobre bodegas empolvadas”. La investigación no logró precisar la fecha de construcción del edificio, pero fuentes documentales permitieron comprobar que la casona fue una especie de albergue de paso para viajeros –científicos, comerciantes o simples aventureros– en su camino desde Nicaragua o hacia ese país. Por ejemplo, el geólogo alemán Karl von Seebach llegó a la hacienda el 11 de enero de 1865, pasó ahí la noche, y al día siguiente siguió su camino hacia Nicaragua. Su función también era alojar temporalmente a los hacendados y sus familias o a los mandadores. Existen pruebas de que, para 1883, ya pertenecía a don Salomé Belmonte, el acumulador de oro. Según consta en fuentes documentales y por referencia de su actual propietario Miguel Araya, uno de los dueños fue Joaquín Barrios Guerra, abuelo de la expresidenta de Nicaragua Violeta de Chamorro. Él se la heredó a su hijo Manuel Barrios Sacasa y fue a él a quien Araya se la compró hace 50 años. Asegura que debió sustituir el techo de tejas por zinc, así como algunos arreglos menores, pero, en general, está bien conservada. *
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