Navidades y abandonos para una frágil ermita |
• Urge mejora FUENTE: La Nación. Áncora, p. 6 La ermita de la Purísima Concepción es la más vieja de Alajuela... y la más deteriorada. Se ubica en el también antiguo barrio de El Llano, establecido hace dos siglos como un caserío remoto en el centro de la población principal, pero hoy integrado al casco urbano de la ciudad. La estructura principal de la ermita reúne diversas técnicas de construcción. El material más notable es el adobe, aunque la ermita fue intervenida con bahareque. Los muros de calicanto y argamasa sostienen un hermoso techo de tejas, y el campanario es de madera, latón y zinc. De sus altares laterales queda poco. Afortunadamente, su altar mayor parece restaurable. Originalmente estuvo bordeado por un barandal de madera, pero hoy tiene una balaustrada de cemento. Hace una semana ocurrió un pequeño milagro: las dos pilas de agua bendita aparecieron sin daños en una cómoda de la iglesita. Si bien el tiempo, los sismos y otros accidentes naturales han hecho estragos en esta iglesia, las acciones humanas son las más desastrosas, especialmente porque el lugar ha sufrido un vandalismo atroz. La sobrecogedora sencillez de la construcción podía apreciarse con buena perspectiva hasta que al frente construyeron los vestidores de la plaza de deportes y relegaron el templo a un plano constreñido. La iglesia nueva también opacó a la ermita. Aunque la burocracia ha atentado contra la consecución de fondos para arreglarla, la Municipalidad de Alajuela ha colaborado en proteger la iglesia en diferentes oportunidades. El municipio ha cubierto mejoras y urgencias: entre ellas, una verja frontal que ahora protege la ermita. Sin embargo, la iglesita clama por ayuda pronta y eficaz, o el país perderá una delicada joya arquitectónica e histórica. Vida real y literaria. Los cinco barrios germinales de la ciudad de Alajuela fueron La Lajuela, Púas, Río Grande, Ciruelas y Los Targuaces. A este último pertenecía el caserío de la Concepción de El Llano, poblado desde inicios del siglo XIX por agricultores y ganaderos. En 1881, los vecinos pidieron al cura párroco de Alajuela --el legendario Francisco “Chico” Picado-- el permiso para construir una ermita en dos manzanas de tierra donadas por Eusebia Solano Sibaja. Los predios se destinarían al oratorio y las sacristías; de paso, también a sembradíos comunales, y albergarían fiestas como las del 8 de diciembre, dedicadas a la patrona del barrio, la Purísima Concepción de María. El 15 de agosto, día de la Ascensión de la Virgen, el obispo de San José, Bernardo Augusto Thiel, aprobó la solicitud para construir el templo. La edificación duró en concretarse casi una década, pero en 1889 se abrió al público. Mantuvo oficios religiosos por más de un siglo. La ermita de la Limpia Concepción de María del Barrio de la Concepción de El Llano de Alajuela fue declarada Patrimonio Histórico por el decreto ejecutivo 28388-C (La Gaceta 16, 24 de enero de 2000). El Departamento de Patrimonio Histórico del Ministerio de Cultura también ha hecho trabajos en el lugar. En los últimos tiempos, el exterior ha sido remozado; la parte interna, menos o nada. Ni las instituciones que algunas veces se han involucrado con la preservación ni la Iglesia dieron seguimiento a la conservación; por tanto, el deterioro actual es tristemente palpable. Sin embargo, a pesar de los agravios, la ermita se yergue valiente ante las sacudidas de los terremotos y ante el abandono. Navidad llanera. La ermita de la Concepción es importante en diversos campos. Forma parte del acervo histórico y arquitectónico alajuelense, pero también del literario nacional y de las tradiciones del país. Carlos Luis Fallas, el célebre 'Calufa', la inmortalizó en sus novelas. En Mi madrina trata de la pequeña ermita del fondo de la plaza, la que, rodeada de casitas humildes, le parece un portal navideño. En Marcos Ramírez, el pilluelo homónimo --nuestro Tom Sawyer-- corre aventuras en el barrio de El Llano, cuyo epicentro es la iglesita. La plaza de deportes de la localidad rinde homenaje al destacado escritor pues lleva su nombre y lo luce en una discreta placa de bronce. La metáfora de Calufa que alude a la ermita como adorno de un “pasito” tiene su complemento en los “portales” que año tras año se hacían en el interior del templo. La principal celebración del barrio llanero es la de la Limpia Concepción de María, el 8 de diciembre, día de “la Purísima”. No obstante, la Navidad no quedaba en zaga en lo festivo. Hace años, la escenografía del portal que se hacía en la ermita de El Llano estaba enmarcada por ramas y tenía enormes tallos de plátano. La representación se veía delimitada por los más hermosos cohombros que se encontraban en los alrededores, que aromaban todo el recinto. Los cohombros eran otrora frecuentes en la decoración navideña de las casas y templos, pero han ido desapareciendo. Hoy, mucha gente ignora esta cucurbitácea que da frutos parecidos a un pepino grande como la papaya y de color rojo brillante. Al madurar, del cohombro emana un agradable olor. Con su pulpa se hace una miel característica de esta época. Antes, desde octubre, las encargadas de hacer el portal de la Concepción sembraban granos de maíz en macetas. Al llegar diciembre, las matitas crecidas conformaban “milpas” en el portal. La vegetación se completaba con begonias y helechos. La lana siempre estuvo presente, pero el uso del aserrín coloreado no era usual. El aserrín se ponía crudo, como se recogía en el aserradero, pero seco. Con él se formaban caminos y se cubrían los puentes construidos especialmente para el pasito. A veces se usaba arena blanca, traída expresamente de la playa con mucha antelación en sacos de gangoche. Las imágenes de la Sagrada Familia eran de madera; las de El Llano vinieron de Guatemala y aún se conservan las principales figuras, excepto el Niño Dios, que fue robado. Para ampliar el elenco de monigotes, los artesanos tallaban otras figuras, pero no hacían pastorcillos, sino indígenas cargados con paquetitos que llevaban al pesebre. Hace más de cien años, la pintura y los retoques los hacía José Espinoza, pintor de santos que vivía en Ciruelas. En la Nochebuena había rosario y villancicos tocados con guitarra y vihuela. La ermita de El Llano echaba a volar las campanas y las matracas. Los vecinos más antiguos preparaban posadas. Vestían a los chiquillos de pastores que danzaban en la plaza al ritmo de cascabeles antes de desfilar a la ermita. El cura era el anfitrión que los conducía a dejar sus ofrendas al belén. Estas actividades decembrinas se realizaban en la ermita de la Concepción, pero también en otras parroquias. Lo cuenta Anastasio Alfaro, quien recogió un par de las coplillas que entonces recitaban ante la Sagrada Familia: Mi ofrenda, dulce María, En el barrio de El Llano y en otros del país, en esta época era obligada la visita a los portales. La gente iba de casa en casa, admirando el ingenio estético con el que cada familia había construido su pasito. A los visitantes se los regalaba con melcochas de hierbabuena. En El Llano, los modos y costumbres de épocas pasadas siempre giraron en torno a la acogedora ermita de la Concepción, que es el símbolo de la comunidad. Actualmente, la iglesia está herida de gravedad. Su singular tipología arquitectónica, y los materiales y el esfuerzo de quienes la construyeron, ameritan que urgente-mente la afiancen y remocen. La frágil iglesia, referente para los alajuelenses y testimonio del pasado costarricense, merece sostenerse durante varios siglos más. El autor es dramaturgo y escribe crónicas sobre la ciudad de Alajuela. *
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