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La histórica cúpula del Teatro Nacional recibe una plena recuperación

• Su color está de vuelta tras 112 años 

FUENTE: La Nación. Áncora
FECHA: Domingo 9 de agosto de 2010
DIRECCIÓN: http://www.nacion.com/2010-08-08/Ancora/NotasDestacadas/Ancora2473304.aspx
AUTOR: William Monge | This e-mail address is being protected from spambots. You need JavaScript enabled to view it

EL AUTOR ES ARQUITECTO, COORDINADOR DEL DEPARTAMENTO DE CONSERVACIÓN DEL TEATRO NACIONAL Y EX PRESIDENTE DEL ICOMOS DE COSTA RICA.

El ingeniero costarricense Guillermo Reitz fue quien trajo los modelos del neoclasicismo alemán de los cuales surgió la cúpula del Teatro Nacional.

De padres nacidos en Alemania, Reitz estudió en ese país cuando aún se mantenía vigente el legado del arquitecto Friedrich Schinkel (1781-1841).

A su retorno a Costa Rica, Reitz formó parte de la Secretaría de Obras Públicas como ingeniero auxiliar. Nunca ejerció un puesto de jefatura; aun así, puede deducirse que la influencia germana en la cúpula del teatro --terminado en 1897-- proviene del liderazgo que Reitz ejerció.

La fachada del teatro presenta una volumetría retractada; es decir, ofrece un primer plano hacia el frente, que alberga la marquesina de acceso; se retrae con un segundo plano lleno de ventanas; y, siete metros más atrás, aparece un tercer plano de fachada ciega. Tal volumetría se parece a la de la Konzerthaus (Sala de Conciertos) de Schinkel, en Berlín. A su vez, esta obra muestra influencia de la Villa Rotonda, de Andrea Palladio (1508-1580), en Italia.

La tendencia alemana marcó el carácter del Teatro Nacional, no obstante lo ecléctico de su estilo, con sus interiores pompeyanos, con el barroco y el rococó del decorado interno del segundo vestíbulo, y con su cúpula metálica fabricada en Bélgica --presencia de la francofilia en la arquitectura--.

La influencia alemana se percibe también en antiguas fotografías que muestran --en las calles cercanas al teatro-- lámparas colgantes de canfín de la marca D. R. P. A. Spiritus Lampe. Los serenos las encendían al caer la noche en una ciudad de unos veinte mil habitantes. Esta era la densidad idónea que, en la Grecia antigua, Sócrates había considerado la población ideal de una ciudad.

Incuria. Cuando se habla de restauraciones del Teatro Nacional, comúnmente se alude a trabajos recientes; sin embargo, las primeras labores de conservación se realizaron en 1925, cuando el edificio apenas cumplía 28 años de funcionamiento. Desde su inicio, el teatro había recibido un uso intensivo: en él se presentaban espectáculos artísticos y hasta se celebraban fiestas de la elite social josefina.

Así, poco a poco, se produjeron daños en el mobiliario laminado de oro, las paredes estucadas y los cielos rasos decorados. Pronto aparecieron manchas de champán y marcas debidas a golpes dados por ebrios en los pasillos y los vestíbulos.

También aparecieron restos de grasa de las comidas, untada en las cortinas y los sillones por quienes no buscaron una servilleta.

De tal manera, según un reporte del administrador Octavio Castro, en 1925 debió practicarse la primera restauración, especialmente de las pinturas decorativas de los cielos rasos. Los trabajos se encargaron al restaurador alemán Richard Gebauer.

Ahora, más de un año lleva la construcción del andamio que servirá para restaurar la cúpula. Se calcula que las obras terminarán a fines de este año.

Problema crónico han sido las filtraciones de agua en la cubierta de los techos, especialmente en la cúpula. En el archivo histórico del edificio constan muchos reportes que revelan que las filtraciones se debían a problemas de los diseños originales.

Esos problemas nunca se resolvieron: solamente ahora se los afrontará radicalmente pues se comenzará a desmontar la cúpula pieza por pieza dentro de dos semanas. Luego se colocará una cubierta asfáltica impermeabilizante que eliminará las goteras que existen sobre el escenario.

Testigo y víctima de ese antiguo problema fue el Dalái Lama en 2005. El día de su conferencia en compañía del entonces presidente Óscar Arias, sobre la mesa del visitante caían constantes gotas.

Ante tal incomodidad, quien escribe este artículo subió apresuradamente desde su butaca, en la sala principal, hasta la tramoya. Aquí, con una tabla y a manera de “batazos”, debió atajar cada gota porque los baldes destinados a las goteras estaban ocupados y dispersos por el telar.

Para la memoria. A fin de financiar el proyecto actual son importantísimas dos donaciones: la de la Agencia Española de Cooperación Internacional y la de la Embajada de Alemania en Costa Rica.

En el pasado reciente, España y Alemania han hecho otros aportes esenciales para el cuidado del teatro. Así, en 1982, restauradores alemanes ejecutaron trabajos en los estucos al fresco de los pasillos vestibulares que dan acceso a los palcos.

Después, en 1990, arribó Jochem Seebach, experto de la Universidad de Hamburgo, enviado por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Alemania. Seebach analizó las esculturas de mármol, y su diagnóstico orientó decisiones que terminaron en la ejecución de réplicas de las esculturas. Las originales sufrían un proceso de biodeterioro debido a la exposición a la intemperie.

En la década de 1990, en el marco de la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América, la colaboración española permitió concluir el refuerzo estructural del edificio. Este había sido dañado gravemente por el sismo ocurrido el 22 de abril de 1991.

La presente colaboración amiga permitirá que, en enero del 2011, se devele una cúpula restaurada e impermeabilizada. Su nuevo aspecto devolverá, a la memoria colectiva, el color rojo original de la cubierta de los techos del Teatro Nacional.

En materia de restauración, los monumentos no pueden estar sujetos al gusto personal de quien ostente el poder. Hace quince años, una decisión de la entonces directora, Graciela Moreno (1936-2004), ordenó el cambio del color rojo por el de ahora, verde mar, que simula la oxidación producida por el bronce en los techos de la arquitectura clásica europea.

Pronto, con su color original y sin defectos, la cúpula del Teatro Nacional nos acogerá en su segunda vida.

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